viernes, 30 de abril de 2010

Archivo Histórico Biográfico Quequenense: El primero de varios sueños

Aristóteles afirmó que la esperanza es el sueño de los hombres despiertos. Entonces eso significa que nosotros estamos soñando despiertos. Soñamos que otro mundo es posible; que entre todos podemos cambiar nuestra realidad, la propia, la de cada uno, y por lo tanto la de todos aquellos que creen que pueden cambiarla.

Armar el Archivo es un sueño, un deseo, una esperanza. Es el sueño de hombres despiertos, que buscan cambiar su realidad, construirla, modificarla, alterarla. El sueño de ir por esta vida caminando a paso firme a veces, a gatas otras, apoyado en otro cuando no podemos avanzar, pero caminado al fin.

Seguiremos soñando despiertos entonces, avanzando en la búsqueda de mas sueños que nos guien mientras estamos despiertos y nos reconforten, justamente como todos los sueños, mientras dormimos.

Si sentís que este también es tu sueño, tu esperanza, soñemos juntos despiertos que otro mundo es posible.

A POR EL ARCHIVO HISTORICO BIOGRAFICO QUEQUENENSE (el primero de varios sueños)

jueves, 29 de abril de 2010

Cuando las dos orillas se unían en balsa

Ildefonso Altuna hijo, recuerda a su padre y la balsa que durante diez años arrendó y que hoy es recordada con su nombre.


Ildefonso Altuna (hijo) es un hombre franco y calido, como el abrazo de un amigo. Es hijo del hombre cuyo apellido se relaciona indefectiblemente con la balsa que durante años permitió cruzar el rió Quequen. Cuando se le pide que hable de su padre, piensa un momento y, diligente, responde, “tengo a mano el santificado de nacimiento de mi padre”. Se levanta y lo saca del estante de un mueble. Luego, abierto el dialogo, como un libro que vuelve sus hojas atrás, pausadamente comienza su relato.
“mis abuelos por parte de madre Escruela- Gonzáles (de este matrimonio en el año 1897, nació su hija Beatriz) llegaron para radicarse en la rinconada del Quequen, en el año 1860. Solo habitaban las riveras del río pequeños grupos de mansos aborígenes establecidos desde hacia mucho tiempo y que fueron con los primeros con los que empezaron a trabajar en trueques de mercaderías y productos”, comento.
Años mas tarde llego don Pedro Luro he inicio la construcción de dos muelles destinados a la carga y descarga de los pailebotes que comenzaron a llegar desde el puerto de Buenos Aires a este insipiente puerto fluvial, transportando rollos de alambre, postes, torniquetes, varillas, herramientas, materiales de construcción, etc. Para los campos y estancias de la zona, retornado a su puerto de origen con cueros, grasa de potro, plumas de avestruces, tasajo, lana, etc.
Estas barcazas transportaban 100 toneladas de mercadería y tardaban una semana en cubrir el trayecto Buenos Aires- Necochea lo que equivalía a la carga de una tropa de carretas que tardaban un mes o a veces mas, de acuerdo al estado del camino. Cuando los ríos y arroyos se desbordaban la duración del viaje no se podía calcular. Esto llego a que los comerciantes y estancieros, vieran de forma distinta a nuestra región, debido al achicamiento del tiempo logrado gracias a estos transportes.
“mis abuelos paternos fueron Mateo Altuna, casado con Maria Juana de Altuna. Su hijo Ildefonso, de 11 años de edad, viajo solo a Quequen en 1896, procedente de la Villa de Aztigarreta, provincia de Guispuzcua, San Sebastián, España”, explico Ildefonso hijo.
“fue Varela el primer propietario de la balsa”, indico Altuna. “a su fallecimiento la viuda se la alquilo a Cutura, que la trabajo hasta el año 1914, cuando una terrible inundación la hundió y arraso con la construcción de futuro puente que se levantaba a menos de cien metros del apostadero de la balsa y del que todavía quedan los restos de las bases”.
Como consecuencia de este desastre y, por seguridad, se decidió construirlo 500 metros río arriba, lugar donde se haya ubicado actualmente.
“al desistir Cutura del arrendamiento de la balsa, fue mi padre el que hablo con viuda de Varela y se la alquilo”, preciso el hijo del balsero. “y en el año 1915, con la ayuda de los hermanos Rossi, refloto y reparo la balsa, agregándole un portalon que se levantaba he impedía que los animales que debían cruzar el río viera el agua y se asustaran”.
“cuando arribaban a la orilla opuesta, bajaba el portalon, que también servia como plataforma para que los vehículos no rodaran por el barro”, explico.
“era este el medio mas rápido y seguro que existía en ese tiempo para cruzar de una orilla a otra y, como este servicio era requerido a cualquier hora, mi padre que tenia como ayudante a Norberto Gonzáles (hermano de la que mas adelante seria su esposa)”, agregó. “Se turnaban a los efectos que, los que querían cruzar no esperaran a los efectos que, los que querían cruzar no esperaran así fuera en plena noche”.
“Norberto vivía en la casa de mi padre, que estaba ubicada a la izquierda, sobre la loma. Una casa de dos pisos, que todavía se conserva en muy buenas condiciones”, preciso Ildefonso.

La familia Altuna

Ildefonso Altuna contrajo matrimonio con Beatriz Gonzáles, en la iglesia Nuestra Señora de la Merced que Quequen, el 29 de agosto de 1921. Fueron sus hijos: Irma, Marta, Paulina, Juan Américo e Ildefonso.
“ a través de esta balsa fueron transportados : comerciantes, gente de la zona, artistas, importantes políticos y estancieros.”, recordó Alfonso hijo. “de algunos de ellos conservo como recuerdo las anécdotas contadas por mi padre”.
Altuna renuncio al arrendamiento de la balsa en año 1925, “cuando una gran inundación producida por una elevadísima marea la arranco del lugar donde estaba anclada, la arrastro varios metros y la hundió nuevamente”, señalo. Este hecho desafortunado y la próxima terminación del puente Colgante, hicieron que mi padre desistiera de continuar arrendándola”.
“para reflotarla, fueron contratados los hermanos Rossi (famosos por su conocida herrería) y Juan Altuna, hermano de mi padre, los que realizaron la tarea. Una vez que lograron apoyarla en tierra firme, le fabricaron las ruedas con seis troncos de árboles y seis llantas de hierro caldeadas por los Rossi”, dijo Ildefonso. “sumado a tres ejes de chatas unidos entre si para que tiraran parejo, la prepararon para su traslado. Así lograron afines de año 1925 ponerla en movimiento”.

El adiós a la balsa

Se alejo costeando el río camino alas Cascadas, llevaba como guardia de honor, por los servicios prestados, tres tractores, conducidos por Benito Landa, Pedro Arrizurieta e Ignacio Orondo. Viajaron ocho días a paso de hombre, en lenta y penosa marcha. Era el adiós definitivo al servicio de balsa de la bajada de Gil.
Erguida, desde el alto de la loma “La Fundadora” almacén de ramos generales de los hermanos Gil, contempla a su compañera de décadas alejarse. Ella, orgullosa se preparaba para un periodo de progreso acelerado, dispuesta a escribir una nueva pagina del libro de la historia del pueblo “Cuidad de Quequen”. De esa misma historia que la balsa de Ildefonso Altuna terminaba de escribir.
Pese a que río arriba, más allá de la Cascada, continuo prestando servicio de cruce, la balsa que perteneció a Ildefonso Altuna prontamente desapareció sin pena ni gloria, olvidada, absorbida por el progreso. Dicen los nostálgicos que mirando atentamente al fondo del río, todavía pueden distinguirse partes de la balsa que hace años dejo de servir.
Ildefonso Altuna, fogonero en la lucha por el progreso de Quequen, llego a estas tierras siendo un jovencito, cuando los habitantes que soñaban con la fundación del pueblo podían contarse con los dedos de las manos. Su actuación fue activa en el desarrollo de esta sociedad, fue fundador de la “Unión Vecinal de Fomento”.
“el balsero” en una época que cruzar el río era una odisea y cuando el progreso desprecio la balsa, construyo frente a la plaza principal el Hotel Euskalduna, con siete piezas, restaurant, salón comedor, despacho de bebidas, cancha abierta de pelota baska (trinquete), cancha de bochas y salón de fiestas donde actuaban los artistas que llegaban desde Buenos Aires a representar sus obras de teatro.
Esto es historia pasada y toda historia merece ser escrita para que no caiga en el olvido, para que las juventudes venideras las conozcan y los de la guardia vieja la revivan, como una forma de redescubrir nuestras raíces y afirmar la identidad de un pueblo.
Lo del hotel Euskalduna “La Fonda” amerita otra nota con su historia, porque este pueblo vecino nacido de distinta raíz, lleva en la sangre de su gente, el mismo ADN que la de los habitantes de Necochea.

El accidente de los Rubiera

Merico rubiera, casado con Catalina Daguerre, era un joven emprendedor, capacitado, y decidido. Llego desde Lobería con enormes ansias de realizar cualquier tarea que redundara en beneficio de este pueblo que comenzaba a cobrar vida y al que auguraba un futuro de grandeza y que lentamente se iba ganando su corazón.
El verano se había adelantado al almanaque y el sol se hacia sentir, por ese motivo el matrimonio desde hora temprana había organizado las compras de navidad y año nuevo en el vecino pueblo de Necochea. Trepo a la coupé ágilmente y abrió la puerta a su joven esposa que cargaba en su regazo a su hijo Raúl, un niño de escasos tres meses de edad. Tomo la calle principal (hoy 519) y desde lejos observo que la balsa estaba amarrada del lado de Quequén, a lo que le comento a Catalina: “nos esta esperando”.
Al llegar a la esquina de “La Fundadora” de los hermanos Gil, giro a la izquierda y tomo la calle que bajaba hacia el playón donde se hallaba la balsa. Pero 50 metros antes de llegar, Ildefonso Altuna, sin advertirlo, hizo girar el malacate que ponía la balsa en movimiento y, cuando esta comenzó a desplazarse, Mericio, sabiendo que no llegaba a subir el auto a la balsa, aplico los frenos. La coupé Ruby se detuvo, pero por lo mojado del playón continuo resbalando hasta caer en el río.
Ante el estupor de los de la balsa y los gritos de Catalina, Raúl rompió en llanto. Era un pequeño berrido que acompaño el desplazamiento del auto hasta que este se detuvo. El agua cubrió las rodillas de Catalina, que se puse de pie con Raúl en los brazos.
Solo hubo que lamentar de este accidente, que Mericio estropeo sus botines abotonados y sus blancas polainas.
Lograr rescatar el auto del río fue un capitulo que gozo el vecindario de “La Fundadora”. Mericio Rubiera integro la primera comisión de la “Unión Vecinal de Fomento”, fue Juez de Paz, Comisario de Corrales de Pueblo “Cuidad de Quequen” y, por dos veces, Delegado Municipal de Lobería.
Su hijo Raúl nació el 4 de septiembre de 1924, según consta en los libros de la iglesia “Nuestra Señora de la Merced”, tiene en la actualidad 82 jóvenes años de edad y vive en el lugar de su nacimiento.


Carlos Alberto Galván.
Presidente de la Fundación Cultural de la UPC
Cuentista y autor sobre los artículos históricos sobre la región.
Para Ecos Diarios


Un fragmento de la entrevista con Raúl Rubiera

Aprovechando el artículo sobre la balsa y ya que se trato el accidente de la familia Rubiera les mostraremos fragmentos de una entrevista que realizamos a un participe de dicha anécdota, el personaje es Raúl Rubiera, que si bien tenia unos meses de vida cuando sucedió el accidente nos cuenta lo acontecido según los lo que le fueron contando allegados a el

¿Cómo era la manera de movilizarse en esa época, de Necochea a Quequén?

“El único puente que existía era el Colgante, no estaba este puente (señala el puente Dardo Rocha), no estaba el de allá de la Estación, porque la gente de Quequén se cruzaba a _Necochea en la balsa, que ahí como te dije cruzaba mi padre, yo no me acuerdo porque era muy chico, solo hablo por lo q me comentaban los más grandes”

Contále a la gente lo que paso con la balsa

"¿Me salvo sabes quien? Altuna, el propietario de la balsa, es el que me salvo”

¿Y que paso?

“Bueno según dicen, que uno de los tensores, parantes o cables de la balsa se corto, entonces al cortarse, se iba hundiendo y vino Altuna con su tractor y ahí engancho y llego a tiempo para levantar la volanta, que mi viejo era volanta, y bueno, otra cosa no me acuerdo por no era un muchacho de quince, veinte años, era un nene de brazos, y eso es todo lo que se"













viernes, 16 de abril de 2010

Entrevista a Oscar Perez


Compartimos aquí dos estractos de la entrevista realizada a Oscar Perez. Vecino quequenense, se desempeño en el Ecos Diarios y en Radio Necochea. También trabajó como comerciante y Martillero Público. Fue concejal por el Partido Vecinalista y sueña con ser intendente de Quequén.

“Yo creo que si no hubiese pasado la inundación del 80´ Quequén hubiese cambiado bastante. Porque Percario en aquel momento cuando negocia con Saint-Jean que era el gobernador de la provincia, había negociado un plan de obras para Quequén muy groso. Como para volver a consolidar que Quequén fuera una ciudad y no un pueblo en el medio de la nada. El supuesto proyecto que había de obras para Quequén, termina repartiéndose para todos y en cualquier lugar por la inundación. Eso hace que se pierda, calculo yo, la oportunidad histórica de consolidar a Quequen como ciudad”

“Nosotros la primera actuación importante que tuvimos fue cuando vinieron Alfonsín y Armendari a inaugurar la planta de ACA y FACA. En mi casa pintamos algunos carteles de la autonomía, que son algunas banderas que ustedes han llevado, fueron pintadas en casa. Nos ponemos en el puerto, creo que fue en el 85´u 86´, y nos aparecemos con las banderas y los palos y la “patota” nuestra, no eramos tantos pero eramos, y empezamos a cantar le a Armendari y Alfonsin, y se pusieron nerviosos mal, y a muchos no les gusto para nada porque era el Presidente de la Nacion el que había venido, como íbamos a hacer eso.”

viernes, 9 de abril de 2010

Guerrico, Quequén y la Fundación del Pueblo de Lobería

Del libro escrito por el Capitán Capellán José M. Suárez García llamado HISTORIA DEL PARTIDO DE LOBERÍA (tomo segundo) impreso el año 1949.



En el capítulo 1 se trata el tema de la fundación del pueblo que asiente las autoridades del Partido de la Lobería Grande.

“los inmensos beneficios que reporta un centro destinado a radicar las actividades civiles, religiosas, comerciales, culturales y sociales, inherentes a una agrupación civilizada, no podían escapar a los principales terratenientes de esta zona y, en 1854, iniciaron las primeras gestiones para obtener su fundación”

“a mediados de 1854, se concretaron las justas aspiraciones del vecindario loberense en nota elevada al Ministerio de Gobierno, que la secretaria resume, con fecha de 3 de agosto en los siguientes términos: “juez de paz de Lobería”. Adjunta un proyecto de la Comisión Municipal que tiene por objeto fundar un pueblo sobre la costa del río Quequén Grande; que este pensamiento se cree de fácil realización por cuanto este partido tiene mucha población; todos trabajarían en ese sentido; y solicitan a este respecto la aprobación del gob.
Agosto 3/1854 Fho.”


Tengamos en cuenta que por esos días los territorios en la boca del Quequén grande donde los habitantes loberenses pretendían establecer la cabecera del partido (hoy se encuentra emplazado el partido de Quequén) pertenecían al Señor Manuel J. Guerrico. Y para adentrarnos en más detalles referentes a la posesión de dichos terrenos veamos lo que el departamento Topográfico en una carta informaba:

“el terreno que esta en posesión D. Manuel J. Guerrico en el Rincón de Quequen le pertenece en propiedad en extensión de once y media leguas cuadradas, por dos títulos que le fueron otorgados por el gobierno en 6 de septiembre de 1836 y el 16 del mismo mes y año. Por el primero el Sor. Guerrico compro al Estado ocho y media leguas cuadradas, y por el segundo le fueron donadas por D. Juan Manuel de Rosas las tres restantes hasta el completo de las once y media que le habían sido medidas anteriormente según consta en registros de esta oficina. Las leguas donadas son parte de las 60 leguas cuadradas que por ley le fueron donadas a D. Juan Manuel de Rosas”
Buenos Aires, junio 17 de 1859. Saturnino Salas. Pedro Pico


Como se podrá notar a simple vista, Guerrico era sin dudas un hombre muy poderoso para la época. José M. Suárez García lo describía de la siguiente forma:

“El sr. Manuel José de Guerrico, poderoso hacendado, prestigioso político, senador y miembro de importantes comisiones de carácter oficial, tenia una influencia avasalladora en las esferas gubernamentales”

Pero de Guerrico hablaremos en otra ocasión en forma más exhaustiva ya que su incidencia en la vida y los destinos de este pueblo son innegables y merece necesariamente un tratamiento exclusivo. En esta oportunidad queremos mostrar como se manifestó este señor Manuel Guerrico al enterarse de la solicitud del pedido de expropiación de sus tierras para entablar la cabecera del partido de las Loberías.

A continuación la nota que envió el Sr. Guerrico al Sr. Ministro de Gobierno Barros Pazos

Excelentísimo señor.

Ya en otra ocasión he manifestado a V.E. que “nada mas patriótico y laudable” que lo que propone la comisión Municipal del Partido de Lobería formando un pueblo cabeza en ese vasto partido de nuestra campaña de que carece hasta el presente. Como vecino y propietario en él aplaudo la idea y ayudaré como pueda a la realización.
La localidad escogida por la comisión Municipal para la formación del Pueblo de la Lobería no ha sido examinada, ni considerados los inconvenientes que ella ofrece “siendo Exmo. Sor, que siendo de mi propiedad el terreno escogido por la comisión, haga creer que por esto lo reputo inadecuado.
Voi a repetir las razones de inconveniencia que he recogido de muchas personas competentes a quien he consultado desde que se me dio vista del expediente.
La boca del Quequén Grande está en la esquina extrema del extenso partido de la Lobería; ninguna población hay inmediata; ningún camino la atraviesa; el terreno es arenisco y de poca vegetación; el agua es salada como que participa del flujo de mar. Ningún vecindario concurrirá a fomentar un pueblo formado bajo tan malos auspicios.
El partido de la Lobería tiene Exmo. Señor, terrenos hermosos en que fundar un pueblo, que se vea desde la fundación rodeado de riqueza, donde pueda ofrecer a los pobladores que acudan a poblar terrenos fértiles con aguas cristalinas, con piedra inmediata para cercas y casas, y ocupando el centro de los recursos que deben servir a su acrecentamiento. Si el puerto de la boca del Quequén se hace hábil para los transportes de los frutos del pueblo y del partido, ocho o diez leguas de distancia no es inconveniente. Un viajero europeo a quien encomendé visitar los campos para formación de una colonia agrícola, me aseguró que el mejor aliciente para los colonos era la fertilidad de la tierra; que además el puerto Quequén era incierto por su barra mudable, como que los medanos que la dominan son deleznables. Esto me retrajo de llevar adelante el pensamiento de una colonia allí. Y efectivamente no son los puertos los que favorecen la riqueza de los pueblo sino su localidad y la fertilidad de la tierra. La Ensenada, Zarate, Baradero y Sn. Pedro, nada crecen con sus hermosos embarcaderos, mientras que Dolores, Chascomus, Lobos, Villa de Mercedes y otros pueblos mediterráneos ricos de prosperidad, aumentan de día en día su población y comercio.
El pueblo que se funde en el partido de la Lobería, está llamado a crecer rápidamente y a reunir en poco tiempo un vecindario numeroso si se coloca bien; si se escoge un terreno que satisfaga las exigencias de los pobladores que van en demanda de tierra fecunda, de agua potable y de recursos inmediatos. I deben hallarse fácilmente estas ventajas si la Comisión fija su atención en ellas. El partido de la Lobería las ofrece en muchos puntos, por ello me permitiré indicar a V.E. que si lo tiene a bien, que la Comisión Municipal llame a su consejo vecinos expertos que estudiando las necesidades de un pueblo y sus conveniencias elija el terreno que crea mejor en la extensión del partido de Lobería.
No creo del caso exponer a V.E. lo que me compete como dueño del terreno designado por la comisión municipal, porque tengo la firme convicción que reconsiderando este asunto por los mismos S. y S. y llamando a consultar a personas inteligentes se fijaran en un lugar adecuado y ventajoso a la comunidad que se va a formar.

Buen Ayre Agosto 7 de 1857
Exmo. Señor
Manuel J. Guerrico


Luego de ver la carta del Sr. Guerrico, el autor del libro hace un comentario sobre la misma que seguidamente exponemos:

Leído este documento se advierte “la buena voluntad” con que el Sr. Guerrico “aplaude la idea” y que “ayudara” a realizar la fundación que considere “el propósito mas patriótico y laudable”. Declara que las tierras reclamadas son inservibles, una razón para que se desprendiera de ellas después de las repetidas solicitaciones del vecindario pero no quiere ceder ni si quiera las dos leguas de tierras peores, según su opinión de las once leguas y media que allí posee. Argumenta acerca de la imposibilidad de establecer allí un pueblo y mas adelante admite, en cambio, la posibilidad de la construcción de un puerto y de su utilidad aunque diste diez leguas del pueblo. En cuyo caso ¿Quién se beneficiaria con esta instalación lejana, el pueblo, o el propietario del campo?
Aduce que los pueblos mediterráneos : Chascomus y Dolores prosperan sin tener puertos marítimos o fluviales, pero no se da o no se quiere dar cuenta de que, esos mismos pueblos, con una campaña incultivable, son importantes centros comerciales, precisamente por que son los “puertos terrestres” de ese inmenso marque es la campaña del sur cuyos habitantes tienen allí su apeadero forzoso para que todo el que es transeúnte; recalada obligada para esos bajeles de la pampa: las carretas, que transportan todos los productos de la tierra y proveen de abastecimientos para la subsistencia humana a toda la dilatada región sureña; posta general de todas las líneas de galeras, medio vital de comunicación para todos los vecindarios; y además centro al que acuden todos los habitantes del sur para los actos administrativos, judiciales, religiosos, sociales, asistencia medica, educación de los hijos, convivencia social en los largos inviernos, y finalmente único “puerto” al que pueden recurrir en las borrascosas tempestades de la pampa, cuando, se agitan los campos, con la despavorida huida de las salvajina primero y de los habitantes después, ante la vorágine del malón. ¿Por que no cita, en cambio, pueblos que, como San Justo, Ranchos o Cañuelas que también eran mediterráneos y no prosperaron porque no eran “puertos” de entada y salida para la inmensa región sureña? Afirma también el señor Guerrico que los pueblos viven y adelantan cuando su campaña es rica y exalta por su parte la riqueza de la campaña del Partido de Lobería; ¡Sin embargo, preconiza la imposible subsistencia del pueblo que se establezca en la boca del Quequén! Desconoce, además, capacidad, inteligencia y conocimiento de la región a la “comisión” osea a los numerosos vecinos que firman las peticiones y claman por la cesión de las tierras aledañas a la boca del Quequén; sin embargo, muchos de ellos son caracterizados miembros de la sociedad y de la capital y no pocos de ellos hacendados limítrofes y perfectos conocedores de los campos del Sr. Guerrico.
Cita además el Sr. Guerrico los pueblos del norte de la Provincia que teniendo puerto no prosperan, sin querer darse cuanta que su problema por estar mas cercanos de Buenos Aires, es totalmente distinto del de Lobería, totalmente asilado en invierno y sometido a los malones del indio.
No carecían sin embargo de objetividad, agudeza y efectismo las argucias empleadas por el Sr. Guerrico que se revela un gran dialéctico para no ceder sus tierras, en aquellos tiempos en que no se conocían los sistemas de fijación de medanos y perforación para extraer agua de las napas mas profundas y cuando no eran previsible la fantástica transformación de aquellos campos, casi desiertos, en este maravilloso granero capaz de abastecer la mayor flota, dar movimiento a un gigantesco puerto y fomentar, pletóricamente, la vida comercial de la mas prospera ciudad.