jueves, 29 de abril de 2010

Cuando las dos orillas se unían en balsa

Ildefonso Altuna hijo, recuerda a su padre y la balsa que durante diez años arrendó y que hoy es recordada con su nombre.


Ildefonso Altuna (hijo) es un hombre franco y calido, como el abrazo de un amigo. Es hijo del hombre cuyo apellido se relaciona indefectiblemente con la balsa que durante años permitió cruzar el rió Quequen. Cuando se le pide que hable de su padre, piensa un momento y, diligente, responde, “tengo a mano el santificado de nacimiento de mi padre”. Se levanta y lo saca del estante de un mueble. Luego, abierto el dialogo, como un libro que vuelve sus hojas atrás, pausadamente comienza su relato.
“mis abuelos por parte de madre Escruela- Gonzáles (de este matrimonio en el año 1897, nació su hija Beatriz) llegaron para radicarse en la rinconada del Quequen, en el año 1860. Solo habitaban las riveras del río pequeños grupos de mansos aborígenes establecidos desde hacia mucho tiempo y que fueron con los primeros con los que empezaron a trabajar en trueques de mercaderías y productos”, comento.
Años mas tarde llego don Pedro Luro he inicio la construcción de dos muelles destinados a la carga y descarga de los pailebotes que comenzaron a llegar desde el puerto de Buenos Aires a este insipiente puerto fluvial, transportando rollos de alambre, postes, torniquetes, varillas, herramientas, materiales de construcción, etc. Para los campos y estancias de la zona, retornado a su puerto de origen con cueros, grasa de potro, plumas de avestruces, tasajo, lana, etc.
Estas barcazas transportaban 100 toneladas de mercadería y tardaban una semana en cubrir el trayecto Buenos Aires- Necochea lo que equivalía a la carga de una tropa de carretas que tardaban un mes o a veces mas, de acuerdo al estado del camino. Cuando los ríos y arroyos se desbordaban la duración del viaje no se podía calcular. Esto llego a que los comerciantes y estancieros, vieran de forma distinta a nuestra región, debido al achicamiento del tiempo logrado gracias a estos transportes.
“mis abuelos paternos fueron Mateo Altuna, casado con Maria Juana de Altuna. Su hijo Ildefonso, de 11 años de edad, viajo solo a Quequen en 1896, procedente de la Villa de Aztigarreta, provincia de Guispuzcua, San Sebastián, España”, explico Ildefonso hijo.
“fue Varela el primer propietario de la balsa”, indico Altuna. “a su fallecimiento la viuda se la alquilo a Cutura, que la trabajo hasta el año 1914, cuando una terrible inundación la hundió y arraso con la construcción de futuro puente que se levantaba a menos de cien metros del apostadero de la balsa y del que todavía quedan los restos de las bases”.
Como consecuencia de este desastre y, por seguridad, se decidió construirlo 500 metros río arriba, lugar donde se haya ubicado actualmente.
“al desistir Cutura del arrendamiento de la balsa, fue mi padre el que hablo con viuda de Varela y se la alquilo”, preciso el hijo del balsero. “y en el año 1915, con la ayuda de los hermanos Rossi, refloto y reparo la balsa, agregándole un portalon que se levantaba he impedía que los animales que debían cruzar el río viera el agua y se asustaran”.
“cuando arribaban a la orilla opuesta, bajaba el portalon, que también servia como plataforma para que los vehículos no rodaran por el barro”, explico.
“era este el medio mas rápido y seguro que existía en ese tiempo para cruzar de una orilla a otra y, como este servicio era requerido a cualquier hora, mi padre que tenia como ayudante a Norberto Gonzáles (hermano de la que mas adelante seria su esposa)”, agregó. “Se turnaban a los efectos que, los que querían cruzar no esperaran a los efectos que, los que querían cruzar no esperaran así fuera en plena noche”.
“Norberto vivía en la casa de mi padre, que estaba ubicada a la izquierda, sobre la loma. Una casa de dos pisos, que todavía se conserva en muy buenas condiciones”, preciso Ildefonso.

La familia Altuna

Ildefonso Altuna contrajo matrimonio con Beatriz Gonzáles, en la iglesia Nuestra Señora de la Merced que Quequen, el 29 de agosto de 1921. Fueron sus hijos: Irma, Marta, Paulina, Juan Américo e Ildefonso.
“ a través de esta balsa fueron transportados : comerciantes, gente de la zona, artistas, importantes políticos y estancieros.”, recordó Alfonso hijo. “de algunos de ellos conservo como recuerdo las anécdotas contadas por mi padre”.
Altuna renuncio al arrendamiento de la balsa en año 1925, “cuando una gran inundación producida por una elevadísima marea la arranco del lugar donde estaba anclada, la arrastro varios metros y la hundió nuevamente”, señalo. Este hecho desafortunado y la próxima terminación del puente Colgante, hicieron que mi padre desistiera de continuar arrendándola”.
“para reflotarla, fueron contratados los hermanos Rossi (famosos por su conocida herrería) y Juan Altuna, hermano de mi padre, los que realizaron la tarea. Una vez que lograron apoyarla en tierra firme, le fabricaron las ruedas con seis troncos de árboles y seis llantas de hierro caldeadas por los Rossi”, dijo Ildefonso. “sumado a tres ejes de chatas unidos entre si para que tiraran parejo, la prepararon para su traslado. Así lograron afines de año 1925 ponerla en movimiento”.

El adiós a la balsa

Se alejo costeando el río camino alas Cascadas, llevaba como guardia de honor, por los servicios prestados, tres tractores, conducidos por Benito Landa, Pedro Arrizurieta e Ignacio Orondo. Viajaron ocho días a paso de hombre, en lenta y penosa marcha. Era el adiós definitivo al servicio de balsa de la bajada de Gil.
Erguida, desde el alto de la loma “La Fundadora” almacén de ramos generales de los hermanos Gil, contempla a su compañera de décadas alejarse. Ella, orgullosa se preparaba para un periodo de progreso acelerado, dispuesta a escribir una nueva pagina del libro de la historia del pueblo “Cuidad de Quequen”. De esa misma historia que la balsa de Ildefonso Altuna terminaba de escribir.
Pese a que río arriba, más allá de la Cascada, continuo prestando servicio de cruce, la balsa que perteneció a Ildefonso Altuna prontamente desapareció sin pena ni gloria, olvidada, absorbida por el progreso. Dicen los nostálgicos que mirando atentamente al fondo del río, todavía pueden distinguirse partes de la balsa que hace años dejo de servir.
Ildefonso Altuna, fogonero en la lucha por el progreso de Quequen, llego a estas tierras siendo un jovencito, cuando los habitantes que soñaban con la fundación del pueblo podían contarse con los dedos de las manos. Su actuación fue activa en el desarrollo de esta sociedad, fue fundador de la “Unión Vecinal de Fomento”.
“el balsero” en una época que cruzar el río era una odisea y cuando el progreso desprecio la balsa, construyo frente a la plaza principal el Hotel Euskalduna, con siete piezas, restaurant, salón comedor, despacho de bebidas, cancha abierta de pelota baska (trinquete), cancha de bochas y salón de fiestas donde actuaban los artistas que llegaban desde Buenos Aires a representar sus obras de teatro.
Esto es historia pasada y toda historia merece ser escrita para que no caiga en el olvido, para que las juventudes venideras las conozcan y los de la guardia vieja la revivan, como una forma de redescubrir nuestras raíces y afirmar la identidad de un pueblo.
Lo del hotel Euskalduna “La Fonda” amerita otra nota con su historia, porque este pueblo vecino nacido de distinta raíz, lleva en la sangre de su gente, el mismo ADN que la de los habitantes de Necochea.

El accidente de los Rubiera

Merico rubiera, casado con Catalina Daguerre, era un joven emprendedor, capacitado, y decidido. Llego desde Lobería con enormes ansias de realizar cualquier tarea que redundara en beneficio de este pueblo que comenzaba a cobrar vida y al que auguraba un futuro de grandeza y que lentamente se iba ganando su corazón.
El verano se había adelantado al almanaque y el sol se hacia sentir, por ese motivo el matrimonio desde hora temprana había organizado las compras de navidad y año nuevo en el vecino pueblo de Necochea. Trepo a la coupé ágilmente y abrió la puerta a su joven esposa que cargaba en su regazo a su hijo Raúl, un niño de escasos tres meses de edad. Tomo la calle principal (hoy 519) y desde lejos observo que la balsa estaba amarrada del lado de Quequén, a lo que le comento a Catalina: “nos esta esperando”.
Al llegar a la esquina de “La Fundadora” de los hermanos Gil, giro a la izquierda y tomo la calle que bajaba hacia el playón donde se hallaba la balsa. Pero 50 metros antes de llegar, Ildefonso Altuna, sin advertirlo, hizo girar el malacate que ponía la balsa en movimiento y, cuando esta comenzó a desplazarse, Mericio, sabiendo que no llegaba a subir el auto a la balsa, aplico los frenos. La coupé Ruby se detuvo, pero por lo mojado del playón continuo resbalando hasta caer en el río.
Ante el estupor de los de la balsa y los gritos de Catalina, Raúl rompió en llanto. Era un pequeño berrido que acompaño el desplazamiento del auto hasta que este se detuvo. El agua cubrió las rodillas de Catalina, que se puse de pie con Raúl en los brazos.
Solo hubo que lamentar de este accidente, que Mericio estropeo sus botines abotonados y sus blancas polainas.
Lograr rescatar el auto del río fue un capitulo que gozo el vecindario de “La Fundadora”. Mericio Rubiera integro la primera comisión de la “Unión Vecinal de Fomento”, fue Juez de Paz, Comisario de Corrales de Pueblo “Cuidad de Quequen” y, por dos veces, Delegado Municipal de Lobería.
Su hijo Raúl nació el 4 de septiembre de 1924, según consta en los libros de la iglesia “Nuestra Señora de la Merced”, tiene en la actualidad 82 jóvenes años de edad y vive en el lugar de su nacimiento.


Carlos Alberto Galván.
Presidente de la Fundación Cultural de la UPC
Cuentista y autor sobre los artículos históricos sobre la región.
Para Ecos Diarios


Un fragmento de la entrevista con Raúl Rubiera

Aprovechando el artículo sobre la balsa y ya que se trato el accidente de la familia Rubiera les mostraremos fragmentos de una entrevista que realizamos a un participe de dicha anécdota, el personaje es Raúl Rubiera, que si bien tenia unos meses de vida cuando sucedió el accidente nos cuenta lo acontecido según los lo que le fueron contando allegados a el

¿Cómo era la manera de movilizarse en esa época, de Necochea a Quequén?

“El único puente que existía era el Colgante, no estaba este puente (señala el puente Dardo Rocha), no estaba el de allá de la Estación, porque la gente de Quequén se cruzaba a _Necochea en la balsa, que ahí como te dije cruzaba mi padre, yo no me acuerdo porque era muy chico, solo hablo por lo q me comentaban los más grandes”

Contále a la gente lo que paso con la balsa

"¿Me salvo sabes quien? Altuna, el propietario de la balsa, es el que me salvo”

¿Y que paso?

“Bueno según dicen, que uno de los tensores, parantes o cables de la balsa se corto, entonces al cortarse, se iba hundiendo y vino Altuna con su tractor y ahí engancho y llego a tiempo para levantar la volanta, que mi viejo era volanta, y bueno, otra cosa no me acuerdo por no era un muchacho de quince, veinte años, era un nene de brazos, y eso es todo lo que se"













3 comentarios:

  1. Quisiera saber de qué modo puedo contactarme con alguien relacionado con esta nota ya que mi abuelo se llamaba Pedro Arrizurieta.

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  2. Hola.
    Envianos tus datos a juventudxquequen@yahoo.com.ar y nos contactaremos con vos. Mi nombre es Mariano.

    Un saludo.

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  3. Hace pocos dias nos dejo Raul. Personaje de Quequén si los hubo. Este pequeño relato ha quedado para siempre aqui.
    Valga un homenaje para el.
    Yo no sabía esta anecdota de el. Muy buen artículo.

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